Artículo de opinión de Aynara Navarro Juan, exconcejala del PSOE en Orihuela y actual asesora del Parlamento Europeo en el Grupo Socialista, sobre el significado y los desafíos actuales del 8 de marzo
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Sonríe y no hables de política

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Sonríe y no hables de política

Artículo de opinión de Aynara Navarro Juan, exconcejala del PSOE en Orihuela y actual asesora del Parlamento Europeo en el Grupo Socialista

“Las mujeres tenemos que pelear por todo dos veces: la primera, para demostrar que podemos hacerlo igual que los hombres, y la segunda, para demostrar que podemos hacerlo de manera diferente”. Estas palabras de Carme Chacón resumen a la perfección lo que significa ser mujer en política. No basta con ser capaces, preparadas o brillantes. Nos exigen siempre más, nos observan con lupa y, cuando no encajamos en el molde de lo que esperan de nosotras, intentan hacernos callar.

Artículo de opinión de Aynara Navarro Juan, exconcejala del PSOE en Orihuela y actual asesora del Parlamento Europeo en el Grupo Socialista, sobre el significado y los desafíos actuales del 8 de marzo

Cada 8 de marzo recordamos que ser mujer sigue siendo un acto de resistencia. Que aún hay espacios donde no se nos quiere ver y que, cuando logramos entrar, nos exigen sonreír, callar y, sobre todo, no hablar de política. Porque la política ha sido históricamente un coto masculino en el que nuestra presencia ha sido incómoda, cuestionada y, en muchos casos, castigada.

Pero hoy estamos aquí porque otras llegaron antes y se negaron a aceptar que la política no era cosa de mujeres. Gracias a las sufragistas que, enfrentando insultos y hasta prisión, lograron que se reconociera nuestro derecho al voto. Clara Campoamor defendió la igualdad de derechos en un Congreso dominado por hombres que la miraban con desprecio. No fue un derecho regalado, fue una victoria arrancada a un sistema que nos prefería en casa y en silencio.

A lo largo de la historia ha habido mujeres que, contra todo pronóstico, han ocupado cargos políticos cuando ni siquiera se las consideraba ciudadanas de pleno derecho. En 1907, la finlandesa Miina Sillanpää se convirtió en la primera mujer ministra de su país luchando por los derechos de las trabajadoras domésticas.

En 1917, Alexandra Kollontai, fue la primera mujer en la historia en ser ministra en la Rusia soviética, y defendió la legalización del divorcio.
En Francia, Simone Veil cambió la historia al lograr la legalización del aborto en 1975, enfrentándose a amenazas de muerte.

Decir que las mujeres hemos tenido dificultades para acceder a la política no es una exageración, sino un hecho histórico. Durante siglos, no tuvimos derecho a votar, ni a ser candidatas, ni siquiera a opinar públicamente sobre los asuntos que regían nuestras propias vidas. Y cuando por fin conseguimos entrar, nos enfrentamos a otro muro: el de la discriminación, el desprecio y, en demasiadas ocasiones, la violencia.

Basta mirar casos como el de Nevenka Fernández, concejala de Ponferrada que en 2001 denunció por acoso sexual a su alcalde, Ismael Álvarez. En un mundo justo, Nevenka habría sido apoyada por el sistema que supuestamente protege a las víctimas. Pero la realidad fue que se convirtió en el blanco del escrutinio público, fue ridiculizada y atacada mientras su agresor, aunque condenado, siguió teniendo apoyos y redes de poder. Su caso no fue solo una historia de abuso de poder, sino también un recordatorio de que la política no está hecha para mujeres que alzan la voz. Éste, no es un caso aislado. La violencia y el abuso de poder no entienden de ideologías, y también en la izquierda ha habido figuras con discursos progresistas señaladas por comportamientos machistas y abusivos. La lucha feminista no puede ser selectiva ni complaciente: el machismo debe combatirse en todas partes.

El “sonríe y no hables de política” es una consigna no oficial pero omnipresente. Nos dicen que seamos amables, conciliadoras, que no levantemos demasiado la voz, que no confrontemos, que no incomodemos.

Cuando una mujer entra en política y es firme en sus posturas, es calificada de “histérica”, “radical” o “exagerada”. Si es joven, se duda de su capacidad; si es mayor, se le exige una autoridad que jamás se cuestionaría en un hombre.
Y si la política sigue siendo hostil para las mujeres, lo es aún más para aquellas que no encajan en los moldes tradicionales: racializadas, migrantes, trans, feministas, disidentes. En cada una de ellas, el sistema encuentra una nueva razón para desacreditarlas.

Por eso el 8M no es solo un día de reivindicación en las calles, sino también un recordatorio de que seguimos luchando por el derecho a estar en todos los espacios de poder. Porque no queremos sonreír y callar.

Queremos hablar de política, hacer política y transformar la política. Y no pedimos permiso.

Aynara Navarro Juan, exconcejala del PSOE en Orihuela y actual asesora del Parlamento Europeo en el Grupo Socialista

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